Este es un muy buen
comienzo, si queremos entender lo que significa el domingo para el cristiano
católico, y estas respuestas que nos hemos planteado, podrían ser una excelente oportunidad para redimensionar,
para entender, para disfrutar y profundizar la experiencia de la Eucaristía
dominical.
En los boletines
anteriores, ofrecimos una catequesis pedagógica, precisamente sobre la
Eucaristía. Obviamente, hay más cosas que decir y profundizar sobre ella, pero
por el momento era una pincelada, con la idea de que usted hermano y hermana,
se anime a profundizar más en ella, no sólo en una dimensión teóricamente sino en
su dimensión más importante, como experiencia sublime que es, a fin de cuentas
las cosas de la fe, más que teoría, son experiencias, que surgen del encuentro
con una persona: la persona de Jesucristo.
Ahora en los siguientes
números de nuestro boletín parroquial, nos vamos a dedicar a analizar y
profundizar en el misterio del Domingo como Día del Señor, y para eso quisimos empezar con el examen de conciencia
que se proponía al inicio de este artículo titulado ¿El Domingo?... sólo si
logramos entender el sentido profundo de este día, quizá la auténtica respuesta
aparecerá sin problema.
El beato Juan Pablo II,
en el año 1998, regalo a la Iglesia un bellísimo documento llamado Dies Domini
(día del Señor), y en él nos llamaba la atención, cuando preocupado apuntaba
que el hombre cuando reduce el domingo a un simple fin de semana, pierde la
capacidad de mirar al cielo y de ver el cielo, y lo que es peor aún decía el
Papa, aunque está vestido de fiesta exteriormente, en su corazón se le hace
imposible hacer fiesta. ¿Pero de qué Fiesta, habla Juan Pablo II?
Hermanos, el domingo, es el día en que Cristo ha vencido la muerte,
y con esta victoria nos ha hecho partícipes de su vida inmortal. El Día en el
que el Padre lo ha resucitado, para que todos resucitemos con él en función de
ser nosotros el cuerpo místico de Cristo. Esto es lo que celebramos en la
Eucaristía, cada vez que venimos a ella. No es recordar sino hacer presente y
actualizar esta experiencia de redención, en nuestro aquí y en nuestro ahora.
Por eso el motivo de nuestra fiesta no es un “algo” sino un “alguien”. En
efecto, los domingos venimos a misa a encontrarnos con una persona viva, con
Jesucristo Glorificado y Resucitado, el que nos ha compartido incluso la
posibilidad de la vida eterna, siendo el único requisito, creer en él y asumir
como nuestro su proyecto, que es el proyecto del Padre.
Como ven, venir a Misa
es más que un simple precepto, más que una simple obligación, más que una
simple rutina. Yo esperaría que ninguna de estas últimas tres posibilidades
sean las que nos muevan a venir a misa: o ¿venimos porque debo cumplir un
precepto u obligación? ¿o se nos ha hecho rutina?. Precisamente, a esto se
refería el Papa, cuando nos recalcaba, el peligro de estar vestidos de fiesta,
sin poder hacer fiesta, porque nuestra Fiesta es la persona de Jesucristo, para
ello es muy importante tener experiencia de encuentro con Él, de lo contrario
no podremos dar auténticos motivos para congregarnos y celebrar la Misa, ahí
sí, que sería una visita semanal sin fruto alguno…Les invito a que juntos
redescubramos la importancia de nuestro Domingo, como Día del Señor.
Álvaro Solano
Lizano.
Publicado originalmente en el boletín parroquial de San Isidro de Coronado