Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones – Miércoles 21 de noviembre de 2018.


Tiempo Litúrgico: Ordinario 
   Color del día: Blanco   

Santoral:

Primera Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis
del apóstol san Juan (4, 1-11)
Santo es el Señor, Dios todopoderoso,
el que era, el que es y el que ha de venir.

Yo, Juan, en la visión vi en el cielo una puerta abierta; la voz con timbre de trompeta que oí al principio me estaba diciendo: «Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después.»

Al momento cal en éxtasis. En el cielo había un trono y uno sentado en el trono. El que estaba sentado en el trono brillaba como jaspe y granate, y alrededor del trono había un halo que brillaba como una esmeralda.

En círculo alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sentados en ellos veinticuatro ancianos con ropajes blancos y coronas de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos y retumbar de truenos; ante el trono ardían siete lámparas, los siete espíritus de Dios, y delante se extendía una especie de mar transparente, parecido al cristal.

En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás: El primero se parecía a un león, el segundo a un novillo, el tercero tenía cara de hombre y el cuarto parecía un águila en vuelo.

Los cuatro seres vivientes, cada uno con seis alas, estaban cubiertos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa: «Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene. »

Y cada vez que los cuatro seres vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adorando al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas ante el trono, diciendo: «Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.»

Reflexión sobre la Primera Lectura

Dentro de la rica simbología que nos ofrece este texto, centremos sólo nuestra atención en la visión de los veinticuatro ancianos. En este pasaje vemos a Dios al centro de la Iglesia Universal, de todo el Pueblo de Dios representado por los veinticuatro ancianos (doce patriarcas del Antiguo Testamento y los doce apóstoles del Nuevo Testamento), el cual es el único que merece el poder, la honra y la gloria.

Los ancianos se despojan de sus coronas (símbolo del poder y la autoridad) y se postran (símbolo de sumisión e inferioridad total) delante de Él. Esta escena nos presenta de manera simbólica, no una realidad que sucederá en el cielo, sino algo que debe ser realidad toda nuestra vida: "Delante de Dios, no hay poderes, ni gobernantes, ni privilegios; él es el único Dios, y si alguna gloria, honor o alabanza hemos recibido (corona), es necesario ponerla siempre a los pies del Señor". Es, por tanto, un llamado a la humildad y a poner delante de él todo lo que somos y todo lo que tenemos, a centrar nuestra atención en el único Señor de todo cuanto existe.

Te invito a que en un momento de oración y adoración profunda pongas delante del Señor "tu corona". Que dejes de ser ese pequeño "reyecillo" que busca tener poder y gloria (en tu casa, en tu centro de trabajo o de estudio, en tu barrio o en tu sociedad) y que reconozcas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como el único Dios de tu vida.

Salmo responsorial:
(Sal 150, 1-2. 3-4. 5)
R/ Alabemos al Señor con alegría. 
  • Alabemos al Señor en su templo, alabemos al Señor en su augusto firmamento. Alabemos por sus obras magníficas, alabemos por su inmensa grandeza. R. 
  • Alabémoslo tocando trompetas, alabemos con arpas y cítaras. Alabémoslo con tambores y danzas, alabemos con trompas y flautas. R. 
  • Alabémoslo con platillos sonoros, alabémoslo con platillos vibrantes. Que todo ser viviente alabe al Señor. R.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (19, 11-28)
¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?

En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta parábola: "Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: “Inviertan este dinero mientras regreso”.

Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: “No queremos que éste sea nuestro rey”.

Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.

Se presentó el primero y le dijo: “Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas”. Él le contestó: “Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una pequeña cosa, serás gobernador de diez ciudades”.

Se presentó el segundo y le dijo: “Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas”. Y el Señor le respondió: “Tú serás gobernador de cinco ciudades”.

Se presentó el tercero y le dijo: “Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado”. El señor le contestó: “Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?”

Después le dijo a los presentes: “Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez”. Le respondieron: “Señor, ya tiene diez monedas”. Él les dijo: “Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”".

Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.

Reflexión sobre el Evangelio

Es más cómodo no hacer nada y luego buscar una buena excusa de por qué no hemos hecho nada. Sin embargo, para Jesús esto no funciona. Nos ha dado a cada uno ciertas capacidades para la construcción del Reino, especialmente la gracia, que es a lo que parece referirse la parábola; y debemos ponerlas a trabajar. 

Esto puede no ser muy sencillo, incluso puede involucrar riesgos, sin embargo, hay que correrlos. Yo estoy seguro que si el último siervo le hubiera dicho: "señor, puse a trabajar tu dinero, pero me fue mal y no solo lo perdí sino que ahora debes" el Señor lo hubiera amado, y hasta hubiera cubierto la deuda. 

No dudemos en poner a trabajar nuestras capacidades para construir un Reino en donde haya más paz, más justicia y más amor. Dios está con nosotros para hacer la parte difícil. ¡Ánimo!

Oración

Señor, si alguna honra he recibido en este mundo, si de algo me pudiera jactar, te lo entrego, Señor, pues solo tú eres mi gloria y mi única y verdadera riqueza. Me despojo de todo ante ti, me postro y me humillo ante tu presencia para que seas tú quien me levante, y te sea grato, ese es el mayor deseo de mi corazón.

Acción

Hoy mantendré una actitud de humildad y si en algo recibo un halago diré con seguridad "que sea para Gloria a Dios".

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. 
Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Pbro. Ernesto María Caro

Adaptado de: 
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa 
Verificado en: 
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica