Tiempo Litúrgico: Ordinario
Color del día: Blanco
Santoral:
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Ezequiel (47, 1-2. 8-9. 12)
Vi salir agua del templo; era una agua
que daba vida y fertilidad.
En aquellos tiempos, un hombre me llevó a la entrada del templo. Por debajo del umbral manaba agua hacia el oriente, pues el templo miraba hacia el oriente, y el agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Luego me hizo salir por el pórtico del norte y dar la vuelta hasta el pórtico que mira hacia el oriente, y el agua corría por el lado derecho.
Aquel hombre me dijo: “Estas aguas van hacia la región oriental; bajarán hasta el Arabá, entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia, porque los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados y por donde quiera que el torrente pase, prosperará la vida.
En ambas márgenes del torrente crecerán árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e inagotables frutos. Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de medicina”.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Quizás una de las experiencias más fuertes que el hombre puede llegar a tener en su vida es el descubrirse habitado por Dios, el darse cuenta de que Dios vive dentro de él como en un templo. Cuando el hombre se da cuenta de esto interiormente, es decir, lo que Karl Rahner llama: la "auto comunicación de Dios al hombre", su vida se transforma esencialmente.
Por un lado, nuestro cuerpo adquiere el valor que Dios le ha dado, por ello la embriaguez, el tabaquismo, las trasnochadas frecuentes no tienen cabida. Por otro lado, el reconocer que el cuerpo de mis hermanos y hermanas es templo de Dios, me lleva, no solo a respetarlos, sino incluso a cuidar de ellos de la misma forma que cuido yo mi cuerpo y mi persona.
Finalmente, me lleva a darme cuenta de cuánto amor me tiene Dios que no solo ha querido dejarme su Palabra, su Eucaristía, sino que incluso ha querido vivir en esta humilde casa. Por eso San Pablo decía: somos como vasos de barro que contienen un tesoro incalculable. ¡Ora!, y descubrirás esta presencia amorosa en tu cuerpo, y en tu corazón.
Salmo responsorial:
(Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9)
R/ Un río alegra a la ciudad de Dios.
- Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, quien en todo peligro nos socorre. Por eso no tememos, aunque tiemble, y aunque al fondo del mar caigan los montes. R.
- Un río alegra a la ciudad de Dios, su morada el Altísimo hace santa. Teniendo a Dios, Jerusalén no teme, porque Dios la protege desde el alba. R.
- El Dios de los ejércitos nos cuida; y es el Dios de Jacob nuestra defensa. Vengan a ver las cosas sorprendentes que ha hecho el Señor sobre la tierra. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Juan (2, 13-22)
Jesús hablaba del templo de su cuerpo.
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Reflexión sobre el Evangelio
Al celebrar hoy en la Iglesia la dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán en Roma, la liturgia nos propone este hermoso texto de san Juan en el que se ve el celo de Jesús por el templo, el cual debe ser considerado: Casa de Dios.
En la actualidad, se han venido desarrollando dos ideas que no parecen ser las mejores en cuanto a la actitud de algunos padres de familia con respecto a los niños.
Por un lado, están aquellos que, con tal de no molestar a los demás (o quizás por comodidad), se sienten excusados de no ir a misa, pues los niños son muy inquietos, o en otros casos los dejan con alguno de los familiares, o va primero el esposo y luego la esposa. De manera que el niño no conoce la casa de Dios. Para él, el templo será un lugar extraño.
Por otro lado, tenemos el opuesto, que deja que los niños en el templo corran, se suban a las bancas, griten; en fin, que hagan lo que se les da la gana. Esto hace que el niño pierda el respeto totalmente por la casa de Dios.
Creo que lo más normal es asistir a misa en familia. Los papás no sólo ponen atención, sino que van instruyendo a los niños en lo que significa el domingo, la misa, la casa de Dios. Un lugar de respeto en el que no se pude hacer lo que uno quiera. Para ayudarse, se pueden valer de libritos para colorear, de pequeños misalitos para niños en los que se les enseñar a seguir la misa.
Habrá ocasiones en que será necesario sacarlos del templo mientras se calman para evitar que los demás se distraigan; sabemos que los niños son inquietos, pero también sabemos que aprenden con el ejemplo y repitiendo. Hagamos que nuestros hijos entiendan que el templo es la casa de nuestro Dios, es nuestra propia casa, es Casa de Oración.
Oración
Padre lleno de amor, que nos has creado para ti y nuestro corazón no descansa hasta que reposa en ti, danos tu Espíritu para buscarte en la vida de cada día y te sepamos descubrir en el que sufre, llora y necesita consuelo para que, socorriéndoles, seamos merecedores de la vida eterna que nos das en Jesucristo tu Hijo amado. Amén
Acción
Hoy trabajaré para socorrer a Cristo en el que pide atención, mi tiempo, consuelo, ánimo, compasión y ayuda material.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B - 2018, Conferencia Episcopal de Costa Rica