Tiempo Litúrgico: Cuaresma
Color del día: Morado
Santoral:
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta
Isaías (50, 4-9)
No he sustraído mi rostro
a los insultos y salivazos.
En aquel entonces dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro a los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?”
Reflexión sobre la Primera Lectura
Mañana iniciaremos el Triduo Pascual en el cual recordaremos los misterios que nos dieron vida. En ellos contemplaremos a un hombre que entra en la más profunda de las crisis por las que alguien puede pasar: abandonado, maltratado y ejecutado de la forma más vil.
Sin embargo, este Hombre, entra en la crisis con una profunda fe y confianza en el Dios-que-salva; sabe que no lo abandonará, que lo sostendrá, que no quedará avergonzado ni confundido y que finalmente lo rescatará de la muerte. Esta es la confianza y la fe que Dios nos ofrece para toda nuestra vida, la cual no está exenta de estas crisis.
Sólo cuando el hombre es capaz de abandonarse por completo en el Señor es cuando puede experimentar, en medio de todas las dificultades de la vida, una paz y una alegría interior que nadie puede explicar, y que es la promesa de que no está solo y que al final Dios mismo lo rescatará.
Pidamos, pues, a Jesús que por los méritos gloriosos de su pasión podamos adquirir esta fe y confianza para que toda nuestra vida la podamos vivir con paz, llenos de amor por los demás, incluso por los enemigos y que ésta se transforme, como la de Jesús, en instrumento de salvación para los demás, principalmente para los miembros de nuestras familias.
Salmo responsorial:
(Sal 68, 8-10. 21bcd-22. 31 y 33-34)
R/ Por tu bondad, Señor, socórreme.
- Por ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae. R.
- La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hallo; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R.
- En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido. Se alegrarán al verlo los que sufren, quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre, ni olvida al que se encuentra encadenado. R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (26, 14-25)
¡Ay de aquel por quien el Hijo
del hombre va a ser entregado!
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” El respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’ ”. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?” El respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”.
Reflexión sobre el Evangelio
Uno de los valores fundamentales del cristianismo es la amistad. En el evangelio de San Juan, Jesús llega a decir: ya no los llamo siervos sino "amigos".
En este mismo evangelio Jesús moja un pan y se lo da a Judas, signo de profunda amistad. Esto es algo que Judas, por más confundido que hubiera estado sobre la identidad de Jesús, nunca entendió. Había estado con Él tres años y no había llegado ni siquiera a tenerlo como amigo. Es triste que muchos cristianos padezcan de este mismo mal y no sepan valorar la amistad, ni de Jesús, ni de aquellos con los que comparten su vida (papás, hermanos, compañeros).
Cuando uno no es capaz de desarrollar una amistad, es la persona más vacía y solitaria, pues el verdadero amor es el del amigo. Esta ausencia lleva al hombre, como llevó a Judas, a cometer las acciones más tristes del mundo. No dejemos solo a Jesús en esta Semana Santa. Démonos un tiempo para participar, sobre todo de la fiesta de la Pascua, el sábado por la noche. Mostrémosle que verdaderamente lo tenemos como amigo.
Oración
Tú eres mi ayuda, por eso no quedaré confundido, y sé que no quedaré avergonzado. Pues sé qué cercano estás de mí, tú que me haces justicia. ¿Quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? si el Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?
Acción
Hoy dedicaré un rato de oración para confiar a Dios toda mi vida: el pasado, el presente y mi futuro.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo C - 2019, Conferencia Episcopal de Costa Rica