Tiempo Litúrgico: Ordinario II - Semana XIX.
Color del día: Verde.
Memoria libre: Santa Juana Francisca de Chantal.
Primera Lectura
Lectura del libro de Josué
(3, 7-10. 11. 13-17)
El arca de la alianza pasará
el Jordán delante de ustedes.
En aquellos días, el Señor le dijo a Josué: “Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que estoy contigo, lo mismo que estuve con Moisés. Ordena a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza que se detengan en cuanto lleguen a la orilla del agua del Jordán”.
Josué les dijo a los israelitas: “Acérquense a escuchar las palabras del Señor, su Dios”. Y prosiguió: “En esto conocerán que el Dios vivo está en medio de ustedes y que destruirá ante sus ojos a los cananeos: El arca de la alianza del Señor de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de ustedes y en cuanto los pies de los sacerdotes que llevan el arca de la alianza del Señor de toda la tierra toquen el Jordán, las aguas que van hacia abajo seguirán corriendo y las que vienen de arriba se detendrán, formando un muro”.
Así pues, el pueblo salió de su campamento para cruzar el Jordán, encabezado por los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza. En cuanto éstos tocaron con sus pies las aguas del Jordán (que baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega), las aguas que venían de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque en una gran extensión desde el pueblo de Adam, hasta la fortaleza de Sartán; entre tanto, las aguas que bajaban hacia el mar muerto, desaparecieron por completo y el pueblo cruzó el Jordán, frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor se detuvieron en medio del Jordán, que había quedado seco, mientras todo el pueblo de Israel cruzaba por el cauce vacío.
Reflexión sobre la Primera Lectura
Somos tan débiles, que necesitamos tener siempre la certeza de que alguien más poderoso que nosotros está siempre listo para ayudarnos.
Esta es la base de toda la alianza humana: la seguridad. Dios, que nos ha creado, sabe de esta debilidad y por ello ya desde el Antiguo Testamento realizó una alianza con su pueblo de manera que el pueblo, teniendo a Dios como aliado, se supiera seguro y viviera en paz.
Sin embargo, aún la debilidad humana, busca no solo saber sino experimentar esta protección, estar convencido de que la presencia y protección del Aliado es una realidad. Por ello vemos cómo, desde Abraham hasta nuestros días, Dios ha manifestado de muchas maneras esta presencia y protección.
Con signos como los que hoy nos relata este pasaje de la Escritura, el pueblo se fue convenciendo de que la presencia de Dios es real y actuante.
Si observas con cuidado cada uno de tus días y, en general tu historia, sobre todo en los momentos más difíciles, encontrarás en ellos la presencia del "Dios que Salva", del Dios amor que busca tu paz, tu seguridad y tu felicidad. Responde a este amor con amor y generosidad todos los días de tu vida.
Salmo responsorial
(Sal 113, 1-2. 3-4. 5-6)
R/ Bendigamos al Señor.
- Al salir Israel de Egipto,al salir Jacob de un pueblo bárbaro, Judá fue santuario de Dios, Israel, su dominio. R.
- Al verlos, el mar huyó, el Jordán se echó para atrás; los montes saltaron como carneros y las colinas como corderos. R.
- ¿Qué te pasa, mar, que huyes? ¿Y a ti, Jordán, que te echas para atrás? ¿Y a ustedes, montes, que saltan como carneros? ¿Y a ustedes, colinas, que saltan como corderos? R.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (18, 21—19, 1)
No te digo que perdones siete veces,
sino hasta setenta veces siete.
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Cuando Jesús terminó de hablar, salió de Galilea y fue a la región de Judea que queda al otro lado del Jordán.
Reflexión sobre el Evangelio
Muchas veces se piensa que perdonar es un sentimiento, sin embargo, la realidad es que se trata de un acto de la voluntad. Las ofensas recibidas, crean un sentimiento, el cual, generalmente, queda fuera de nuestro control. Este sentimiento, generará actitudes como respuesta a la herida. Por ejemplo, no sentiremos deseos de saludar o de convivir, incluso, puede nacer el deseo de venganza.
En este ejemplo que nos propone Jesús, vemos que lo importante fue la actitud, que es un acto de la voluntad. El Rey quiso perdonar y perdonó, es decir, dejó libre a su siervo. El otro, por el contrario, dio rienda suelta a sus sentimientos y actuó equivocadamente, encerrando en la cárcel a su compañero.
El perdón es una decisión que nos lleva, aun en contra del sentimiento (deuda) que permanece en nosotros, a cambiar nuestra actitud hacia la persona que nos ha ofendido.
La reacción humana es la de actuar negativamente hacia quien nos ofendió; la gracia, que apoya nuestra decisión, nos lleva a actuar de una manera sobrehumana y a mostrar una actitud positiva (que puede empezar con una sonrisa).
Si no dejas que el sentimiento crezca (reforzándolo con tus actitudes) las gracias de Dios y tu esfuerzo cotidiano, harán que pronto desaparezca el sentimiento causado por la ofensa.
Oración
Señor, tú siempre has sido maravilloso en mi vida, cuando he estado a punto de sucumbir, siempre actúas portentosamente y me rescatas, tú me afirmas delante de la gente y es por eso, y principalmente porque te amo, que te ofrezco todo en mi vida, y cada logro que consiga, que sea para darte gloria a ti, Dios de los cielos.
Acción
Hoy, a manera de testimonio, buscaré a una persona a quien compartirle lo bueno y poderoso que Dios ha sido en mi vida.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro.
Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa
Verificado en:
Ordo Temporis Ciclo B – 2021, Conferencia Episcopal de Costa Rica