Tiempo Litúrgico: Cuaresma - Semana V.
Color del día: Morado.
Memoria libre: San Patricio, obispo y misionero.
Oración Colecta
Te rogamos, Señor Dios nuestro, que, con tu auxilio, avancemos animosamente hacia aquel grado de amor con el que tu Hijo, por la salvación del mundo, se entregó a la muerte. Él, que vive y reina.
Primera Lectura
Del libro del profeta Jeremías
(31, 31-34)
Haré un alianza nueva y no recordaré sus pecados.
“Se acerca el tiempo, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será como la alianza que hice con los padres de ustedes, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos rompieron mi alianza y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos.
Esta será la alianza nueva que voy a hacer con la casa de Israel: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones.
Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya nadie tendrá que instruir a su prójimo ni a su hermano, diciéndole: ‘Conoce al Señor’, porque todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de
todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”.
Salmo responsorial
(Sal 50, 3-4. 12-13. 14-15)
R/ Crea en mí, Señor, un corazón puro.
- Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. R.
- Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu. R.
- Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un alma generosa. Enseñaré a los descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores. R.
Segunda Lectura
De la carta a los hebreos (5, 7-9)
Aprendió a obedecer y se convirtió
en autor de salvación eterna.
Hermanos: Durante su vida mortal, Cristo ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Juan (12, 20-33)
Si el grano de trigo, sembrado en la
tierra muere, producirá mucho fruto.
Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”.
Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les respondió: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre.
Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora’? No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre”. Se oyó entonces una voz que decía: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.
De entre los que estaban ahí presentes y oyeron aquella voz, unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: “Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.
Reflexión
En un espacio poco iluminado u oscuro el ojo no puede dejar de dirigirse a toda luz que brille por más débil que esta sea. Entramos en la última semana de Cuaresma y en el horizonte ya se apuntan signos de la celebración anual de la Semana Santa.
La liturgia de la Palabra de este domingo nos aproxima a una comprensión profunda e intensa del Dios de la Nueva Alianza y de su enviado Jesucristo. Jesús, Hijo de Dios, es ante todo nuestro Redentor y Salvador; es decir, aquel que puede perdonar nuestros pecados y salvarnos de sus consecuencias.
La Cuaresma, tiempo de preparación y de catecumenado, es un momento espiritualmente ‘fuerte’ y una oportunidad propicia para contrastar nuestra vida moral y nuestra experiencia de fe a la luz de la propia vida de Jesús, tal como se nos narra en los evangelios, sobre todo, en aquellas circunstancias y acontecimientos que le van a conducir a su Pasión, Muerte y Resurrección.
Es por eso que la Iglesia nos enseña, e insiste, que durante el tiempo cuaresmal no debemos desaprovechar la oportunidad de experimentar y degustar el sacramento de la penitencia y la reconciliación, tanto a nivel individual como a nivel comunitario. Se nos invita, con ello, a una experiencia liberadora y gozosa.
Para el verdadero creyente cristiano el seguimiento de Jesús, como vivencia de su bautismo, no se trata una experiencia espiritual cualquiera, sino de la verdadera y auténtica experiencia. Todo nuestro ser y entorno se transforma de tal modo que ya solo ‘queremos ver a Jesús y estar con Él’, como esos griegos de los que nos habla el Evangelio de hoy que ya han oído hablar de Jesús, pero que quieren dar un paso más.
Y a eso es a lo que se nos invita ahora que ya está por terminar este tiempo cuaresmal, a dar un paso más, a ir un poco más allá, a ir madurando en nuestro seguimiento de Jesús.
Fray Manuel Jesús Romero Blanco O.P.
Misionero dominico en la Amazonía peruana
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Adaptado de:
La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Frailes Dominicos.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.