Tiempo Litúrgico: Pascua. Semana V.
Color del día: Rojo.
Oración Colecta
Dios nuestro, que cada año nos alegras con la festividad de los santos apóstoles Felipe y Santiago, concédenos, por su intercesión, tener parte en la pasión y resurrección de tu Unigénito, para que merezcamos llegar a contemplarte eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
De la primera carta del apóstol
san Pablo a los corintios (15, 1-8)
Después se le apareció a Santiago
y luego a todos los apóstoles.
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les prediqué y que ustedes recibieron y en el cual están firmes. Este Evangelio los salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.
Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron.
Más tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles. Finalmente, se me apareció también a mí.
Reflexión sobre la Primera Lectura
El pasaje de la carta a los Corintios que nos regala la liturgia hoy nos centra en el contenido de nuestra fe. ¿Cuál es el mensaje de salvación que he recibido, el que transforma mi vida y me hace seguir a Jesús por el camino de la fe? Pueden resonar muchas palabras en mi cabeza, he aprendido muchas cosas sobre Dios, pero ¿qué es lo que me resuena más adentro, lo que me conmueve y me mueve?
Las palabras de Pablo se dirigen hoy a mí: “el Evangelio que te anuncié y que tú aceptaste”, “el que te está salvando, si te mantienes en la palabra anunciada”. No son palabras huecas, se trata de aceptar y mantenerse en esa Palabra anunciada. Cuando la fe es sencilla e ingenua es fácil, rezamos oraciones aprendidas, cumplimos mandamientos y frecuentamos sacramentos.
Cuando la fe va madurando todas estas cosas pierden sentido a veces y necesitamos profundizar. Dice san Agustín que “tenemos un solo Maestro…el verdadero Maestro habla desde dentro”; “no andes por fuera. No te desparrames. Adéntrate en tu intimidad. La verdad reside en el hombre interior”.
Sólo la propia experiencia de encuentro con Él nos salva y aumenta nuestra fe. Entonces podremos volver con una nueva ingenuidad, más sabia y humilde, a rezar con el corazón esas oraciones de siempre, a vivir la compasión con la certeza de firmes valores fundamentados en el Evangelio y acercarnos a los sacramentos, que son la puerta abierta para el encuentro con Cristo en quien creemos, al que amamos y seguimos. Aceptar y mantenerse en la Palabra anunciada.
Salmo responsorial
(Sal 18, 2-3. 4-5)
R/ El mensaje del Señor llega
a toda la tierra. Aleluya.
- Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una noche se lo trasmite a la otra noche. R.
- Sin que los cielos pronuncien una palabra, sin que resuene su voz, a toda la tierra llega su sonido y su mensaje hasta el fin del mundo. R.
Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Juan (14, 6-14)
Tanto tiempo hace que estoy con ustedes,
¿y todavía no me conocen?
En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.
Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces?
Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras.
Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre”.
Reflexión sobre el Evangelio
Hoy celebramos la fiesta de dos de los discípulos de Jesús: Felipe y Santiago. El Evangelio nos habla de Felipe y relata un precioso diálogo que tiene con Jesús. Felipe es un hombre de gran fe, seguidor fiel y convencido, inquieto por comprender más a su Maestro. “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”. No necesita grandes argumentos, pero no se ha dado cuenta de que ya se le ha dado a conocer eso que pide. La fe no es cuestión de aprender conceptos o de aceptar dogmas. Se trata de buscar y descubrir, en un continuo camino que nunca termina.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”, les dice Jesús a los discípulos en este testamento que desarrolla el Evangelio de Juan. “Hace tanto que estoy con vosotros ¿y no me conoces, Felipe?” nos sigue diciendo a cada uno de nosotros hoy. “El que me ve a mí, ve al Padre”. Para entender cómo funciona el corazón de Dios tenemos que acercarnos a Jesús, su mensaje, su forma de entender al ser humano, la vida, a Dios. Ahí está el fondo del seguimiento.
Jesús nos revela la verdad sobre Dios y sobre nosotros mismos. Dios es nuestro Padre, nosotros somos sus hijos y, entre nosotros, somos hermanos. Jesús es vida y sella con su propia vida el amor de Dios por nosotros. Jesús es camino y nos llama a recorrerlo. Incluso podemos escuchar estas palabras sin que nos impacte demasiado, o lo podemos hacer un discurso piadoso, teológico o pastoral, pero poco creíble como buena noticia si no lo vivimos con autenticidad.
El reto, la llamada, la pregunta es: “¿todavía no me conoces?”. Dios anida en el fondo de mi vida, habita en mi corazón y me ama profundamente. Esa experiencia descubre mi verdad, lo bello y bueno que hay en mí, en el hermano, en lo creado. Me da vida, fuerza, audacia y confianza. “Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré”. Me enseña el camino para llegar al otro también y sentirle en las entrañas hermano, hermana.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén
Oración
Señor, dame de tu humildad, de tu capacidad de abajarte aún siendo tú nuestro creador, dirígeme al trato cálido y al servicio de aquellas personas que normalmente me sirven.
Acción
Hoy buscaré a alguna persona que normalmente me sirva y de algún modo le prestaré un servicio con amor.
Adaptado de:
Evangelización Activa, Evangeliocr, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.