Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Viernes, 31 de mayo de 2024.


Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana VIII.
   Color del día: Blanco.  


Oración Colecta

Dios todopoderoso y eterno, que inspiraste a la santísima Virgen María, cuando llevaba ya en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a Isabel, concédenos que, siguiendo las inspiraciones del Espíritu Santo, podamos con María proclamar siempre tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Primera Lectura
De la carta del apóstol san
Pablo a los romanos (12, 9-16)
Ayuden a los hermanos en sus necesidades
y esmérense en la hospitalidad.

Hermanos: Que el amor de ustedes sea sincero; aborrezcan el mal y practiquen el bien. Ámense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos; que cada uno estime a los otros más que a sí mismo.

En el cumplimiento de su deber, no sean negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al servicio del Señor. Que la esperanza los mantenga alegres; sean constantes en la tribulación y perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.

Bendigan a los que los persiguen; bendíganlos, no los maldigan. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Que reine la concordia entre ustedes. No sean, pues, altivos; más bien pónganse al nivel de los humildes.

Reflexión sobre la Primera Lectura

El texto de la primera lectura pertenece a la carta a los Romanos, escrita por Pablo en Corinto, en el invierno del 57-58, culmen teológico de la teología paulina. Nuestro texto pertenece a la segunda parte, llamada parenética, en la que se muestra el sacrificio existencial del cristiano; para agradar a Dios ya no hay que presentar ofrendas y holocaustos, como se hacía en el Antiguo Testamento, sino que ahora se ha de ofrecer la propia vida: Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual (Rm 12,1).

Una de las dimensiones de esta ofrenda de la existencia es el amor, tanto con aquellos que forman parte de la comunidad, como con los que están fuera de ella. El amor en la comunidad ha de ser “sin fingimiento”, detestando el mal y adhiriéndose al bien. El amor ha de estar apoyado en la humildad que estima a los demás y no se enorgullece de la propia sabiduría. El amor se concreta en el compartir las necesidades de los hermanos y en la práctica de la hospitalidad, tema importante en el cristianismo primitivo (Rm 15,26;2 Co 8,4;1 Pe 4,9; Hb 13,12).

Los vv 11-13 nos recomiendan una serie de actitudes que han de caracterizar al cristiano en relación a los “santos”, los hermanos de la comunidad: el celo sin negligencia, el espíritu fervoroso, el servicio del Señor, la alegría de la esperanza, la constancia en la tribulación y la perseverancia en la oración. Siempre en clave de empatía, alegrándose con los que se alegran y llorando con los que lloran.

La carta de Pablo también nos presenta cómo vivir el amor con personas que no forman parte de la comunidad y pueden crearnos problemas con sus actitudes hostiles. Así se invita a bendecir a los enemigos y no maldecirlos. Tarea poco espontánea y nada fácil.  Bendecir a los que no nos hacen bien sólo puede ser fruto del amor gratuito experimentado en la comunión con Cristo y el Padre. “Dad gratis lo que habéis recibido gratis” (Mt 10, 8).

Salmo responsorial
(Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6)
R/ El Señor ha hecho
maravillas con nosotros.
  • El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación. R.
  • Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime. R.
  • Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes. R.

Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Lucas (1, 39-56)
¿Quién soy yo para que la  madre
de mi Señor venga a verme?
 
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.

Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.

Reflexión sobre el Evangelio

El texto lucano de hoy nos presenta la escena siguiente a la proclamación del Fiat de María, al recibir el anuncio del proyecto de Dios para con ella. Los anuncios de Dios siempre provocan y convocan. Provocan porque suscitan, inducen a recorrer nuevos caminos y convocan porque llaman junto con otros, dinamizan encuentros nuevos. Por ello, María sale de su ámbito y se pone en camino a casa de su prima Isabel, desde Galilea hasta Judea.

En cuanto Isabel oye el saludo de María, la novedad de la Buena Noticia que abraza, se hace presente en la criatura de su vientre y en ella misma: el niño salta de alegría ante la portadora de la nueva alianza como danzaba David en el traslado del arca (cf. 2 Sam 6,2-16); y a Isabel la invade el Espíritu Santo, que María transmite y contagia al haber quedado plenificada por Él (cf. 1,35).

Ante tanto júbilo, los labios de Isabel se abren proclamando palabras de bendición y bienaventuranza. Así bendice a la madre recién llegada y la proclama dichosa, feliz porque ha sido capaz de creer que la palabra de Dios se cumpliría en ella, porque ha sido capaz de confiar su vida entera al proyecto del Señor.

Si antes Juan Bautista había saltado de gozo y los labios de Isabel había proclamado bendición y dicha, ahora el regocijo de María estalla en un canto de júbilo ante la experiencia salvífica de Dios que no puede silenciarse, como lo hicieran otras mujeres en la primera alianza: Miriam (Ex 15); Débora (Jc 5); Ana (1 Sm 2 (Jdt 16).

El Magnificat que proclama María porque Dios está haciendo cosas grandes en ella y en su pueblo, es un canto que podríamos llamar del “mundo al revés” como aquella canción de Paco Ibañez. Allí “había lobitos buenos, brujas hermosas y piratas honrados”. Ahora el Señor es el que da la vuelta a todo: “Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.

En el día de hoy, unidos a María de Nazaret, la creyente por excelencia, podemos interrogarnos: ¿Que caminos nuevos “provoca” en mí el encuentro con la Buena Noticia del Reino? ¿Con quién me “convoca”? ¿Con que música canto la alegría que brota del encuentro con el Señor? ¿En qué medida colaboro con el proyecto de Dios de “su mundo al revés”?

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo

Comunión espiritual

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén

Oración

Señor Jesús, tú que eres manso y humilde de corazón, enséñanos a vivir la justicia y la solidaridad en el servicio constante a nuestros hermanos del mismo modo que lo hizo tu Madre Santísima, para que, asemejándonos a ella, alcancemos de ti aquella exultación que manó de tus labios: "Bendito el que escucha la Palabra de Dios y la cumple".

Acción

El día de hoy visitaré a aquel familiar que he descuidado un poco en los últimos días para que con ello le lleve la bendición que mana de Dios.

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Frailes Dominicos de Oviedo.
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.