Lecturas de la Misa del día y sus reflexiones. Miércoles, 24 de octubre de 2024.


Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana XXIX.
   Color del día: Verde.  

Memoria libre:

Oración Colecta

Señor Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo reconstruiste el mundo derrumbado, concede a tus fieles una santa alegría para que, a quienes rescataste de la esclavitud del pecado, nos hagas disfrutar del gozo que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Primera Lectura
De la carta del apóstol
san Pablo a los efesios (3, 14-21)
Que arraigados y cimentados en el amor, queden
ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.

Hermanos: Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones.

Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.

A él, que, con su poder que actúa eficazmente en nosotros, puede hacer infinitamente más de lo que le pedimos o entendemos, le sea dada la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las edades y por todos los siglos. Amén.

Reflexión sobre la Primera Lectura

Que Cristo habite, por la fe, en vuestros corazones

Es maravillosa la sabiduría de la que nos habla San Pablo, una sabiduría que necesita ser compartida ‘con todos los santos’ para alcanzar la profundidad, la altura y la largura que requiere el conocimiento del amor de Cristo, imposible para el hombre sin la intervención del Espíritu Santo.

El seguimiento de Jesús va transformando nuestra vida más allá de lo imaginable, más allá de lo que podemos pedir.

En la oración de despedida de Jesús pronunciada en la Última Cena (Jn. 17), nos deja ver sus sentimientos: esos que pedimos para nosotros mismos y que se resumen en un intenso amor al Padre y en un deseo, no menos intenso, de cumplir su voluntad.

Salmo responsorial
(Sal 32, 1-2. 4-5. 11-12. 18-19)
R/ Dichoso el pueblo escogido por Dios.
  • Que los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Demos gracias a Dios, al son del arpa, que la lira acompañe nuestros cantos. R/
  • Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. El ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. R/
  • Los proyectos de Dios duran por siempre; los planes de su amor, todos los siglos. Feliz la nación cuyo Dios es el Señor; dichoso el pueblo que escogió por suyo. R/
  • Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. R/

Evangelio
† Del santo Evangelio
según san Lucas (12, 49-53)
No he venido a traer la paz, sino la división.
 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra’’.

Reflexión sobre el Evangelio

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.

Para quién sólo conozca unas pinceladas de Jesucristo estas palabras le escandalizaran. La paz ante todo, amaos unos a otros, vivid en el mundo de la piruleta sin conflictos. Acéptate como eres y acepta al otro como se sienta sin sufrimientos. Dios te quiere así, no te preocupes. Todos esos argumentos de una paz que es ausencia de conflictos estamos hartos de oírlos.

Pero la paz de Cristo no es la paz del mundo a base de acuerdos y diálogos. La paz de Cristo es, con su gracia, vencer el pecado…y eso duele. Quien quiera que pactes con el pecado para llegar a una entente cordiale te engaña. Mira la cruz de Cristo a ver si te parece que la victoria sobre el pecado no trae sufrimiento.

Ese dolor es el bueno, el dolor que nace de la soberbia no es bueno. Pero si, aunque sea entre gemidos, cada día muevo un centímetro más el brazo, eres capaz de amar al otro como Dios le quiere, eres capaz de entregarte y servir más pensando menos en ti mismo, te acercas un paso más al calvario…¡bendito dolor!

Santa María, danos tu paz al pie de la Cruz.

Antífona de la Comunión

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados, y yo los aliviaré, dice el Señor. 


Después de la comunión

Señor, que nos has colmado con tantas gracias, concédenos alcanzar los dones de la salvación y que nunca dejemos de alabarte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración

Señor, que nunca permanezca indiferente al dolor de mis hermanos y al sufrimiento de mi prójimo, sino que esté siempre dispuesto a llevar consuelo, esperanza, alegría y paz, tal como debe hacerlo un discípulo de Jesús, tu Hijo amado.

Acción

Visitaré a ese pariente que sé que tiene alguna necesidad concreta que yo puedo resolver o aligerar.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. Como María, todo por Jesús y para Jesús. 

Adaptado de:
Evangelización Activa, La Misa de Cada Día (CECOR), Catholic.net, ACI Prensa, Archidiócesis de Madrid, Frailes Dominicos de Oviedo..
Verificado en:
Ordo Temporis, Ciclo B, 2023-2024, Conferencia Episcopal de Costa Rica.