Tiempo Litúrgico: Ordinario. Semana III.
Color del día: Verde.
Memoria libre:
Antífona de entrada
Sal 95, 1. 6
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra. Honor y majestad le preceden, fuerza y esplendor están en su templo.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, orienta nuestros actos según tu voluntad, para que merezcamos abundar en buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Él, que vive y reina contigo.
PRIMERA LECTURA
Leyeron el libro de la ley,
explicando su sentido.
Lectura del libro de
Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la ley.
El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.
Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: «Amén, amén».
Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura.
Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley)
Nehemías les dijo: «Id, comed buenos manjares y bebed buen vino, e invitad a los que no tienen nada preparado, pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza».
Palabra de Dios.
Reflexión sobre la Primera Lectura
¡Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley!
Esdras leyó el libro en la plaza... desde el amanecer hasta el mediodía... Y todo el pueblo estaba atento al libro de la ley. Obsérvese el marco solemne y litúrgico en el que se realiza la lectura del libro de la ley, así como el hecho de que todo el pueblo estaba presente y atento a la lectura. Todos necesitan una reforma: los que vienen del país pagano de Babilonia y los que habían permanecido en Judá, ya que unos y otros se habían desviado del cumplimiento de la ley.
Todos en adelante deben conducir su vida de acuerdo con la única ley de Moisés, expresión de la voluntad de Dios que eligió al pueblo de Israel como su propiedad personal. En momentos de crisis es necesario volver a las realidades fundacionales.
La ley de Dios es la expresión concreta del pacto y alianza entre Dios (soberano) y su pueblo (vasallo), llevados a cabo en el Sinaí. Esta reforma es necesaria para preparar y garantizar un verdadero futuro en fidelidad. Esta lectura es un acicate para la Iglesia de siempre. La Palabra de Dios es insustituible para los hombres de hoy precisamente por su contenido tan rico en valores humanos.
Salmo responsorial
Sal 18, 8. 9. 10. 15
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
- La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. R.
- Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R.
- El temor del Señor es puro y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R.
- Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, Roca mía, Redentor mío. R.
SEGUNDA LECTURA
Vosotros sois el cuerpo de Cristo,
y cada uno es un miembro.
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Corintios 12, 12-30
Hermanos:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos.
Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? si fuera todo oído, ¿dónde estaría el olfato? Pues bien, Dios distribuyó cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso.
Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
Sin embargo, aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito.» Sino todo lo contrario, los miembros que parecen más débiles son necesarios. Y los miembros del cuerpo que nos parecen despreciables los rodeamos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro; mientras que los más decorosos no lo necesitan.
Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no haya división en el cuerpo. Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Y si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Pues en la iglesia Dios puso en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas, en el tercero los maestros, después, los milagros; después el carisma de curaciones, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.
¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?
Palabra de Dios.
Reflexión sobre la Segunda Lectura
¡Todos los miembros constituyen un solo y único cuerpo!
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Para resolver el problema causado por la división y las tensiones en la comunidad de Corinto, Pablo recurre a una imagen greco-romana utilizada para describir y definir la comunidad humana y social como ser vivo, diverso y a la vez en comunión, es decir, la imagen del cuerpo.
La comunidad humana es semejante a un cuerpo vivo en el que todos tienen su puesto y su tarea. Se trata de una realidad viva y organizada armónicamente. Solamente fundada en esta armonía viva se puede garantizar su adecuado crecimiento en la concordia y en la paz a la vez que se garantiza el respeto a las diferencias. Pablo lo traslada a la Iglesia para explicar su naturaleza íntima: un cuerpo vivo cuya cabeza, como principio rector y vital, es Cristo y todos los creyentes sus miembros. Porque la cabeza es principio rector de autoridad y principio vital de donde arranca la vida para todos.
En la Escritura encontramos otra imagen para describir esta misma realidad, a saber, la imagen de la viña-vid y los sarmientos (Isaías, Ezequiel y Jeremías) y que hará suya el redactor joánico (Jn 15), introduciendo algunas transformaciones significativas. Todos los miembros reciben su dignidad, su tarea, su misión y su vida de la cabeza. Única Cabeza para un único cuerpo. Hoy también es necesario volver la mirada a esta realidad del cuerpo de Cristo, comunidad viva y armónica en medio del mundo, compuesto de muchos y diversos miembros. Urge encontrar el equilibrio entre la necesaria comunión en la real diversidad.
Aclamación antes del Evangelio
Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. R.
EVANGELIO
Hoy se ha cumplido esta Escritura
Lectura del santo Evangelio
según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo después he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que le ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Palabra del Señor.
Reflexión sobre el Evangelio
¡Lucas escribe su evangelio para que se conozca la solidez de las enseñanzas!
He resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. El relato evangélico pretende ser un testimonio acerca de Jesús que vivió en la historia, realizó el proyecto de Dios y anunció la Soberanía de Dios, pero todo iluminado por la resurrección. Un testimonio que se asienta en la historia pero la trasciende. Un relato verídico pero ofrecido como testimonio para la salvación. Un relato que transmite una rica tradición acerca de Jesús pero con la comprensión que les proporcionó el acontecimiento pascual.
No es una oferta de datos biográficos, sino de realidades infaliblemente salvadoras avaladas por el misterio de la resurrección y el don del Espíritu. Leer el relato evangélico es posicionarse ante el Dios que en Jesús ofrece a todo el mundo la salvación verdadera y definitiva. El Evangelio alcanza a la médula misma de la humanidad y de los hombres. Por eso ha de presentarse con plena solidez y seguridad.
El Evangelio sitúa al hombre frente a Dios en Jesús que le ofrece la salvación. Dios se hace presente en la historia a través de Jesús, que vivió en un tiempo y en un espacio, pero con el proyecto de ofrecer a los hombres una esperanza que desborda el tiempo y el espacio y que empuja a los creyentes a realizarla ya en el tiempo, aunque no plenamente.
El creyente debe vivir en la convicción de que pertenece a una comunidad que arranca de realidades vividas y que siguen teniendo fuerza y atractivo para los hombres de nuestro tiempo y de todos los tiempos. Para ello, como Teófilo, deben volver a los relatos evangélicos que le garantizan la solidez de sus convicciones y la posibilidad de ofrecer un testimonio convincente y creíble.
Debe reproducir en el espacio y en el tiempo que le toca vivir, los gestos y las palabras del Maestro, porque en eso consiste el ser un verdadero discípulo. Y Jesús es siempre una personalidad atractiva por su propio ser, por su actuar y por el mensaje que sigue ofreciendo a los hombres.
¡Enviado para dar la Buena Noticia a los pobres!
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista... Para anunciar el año de gracia del Señor. El desarrollo y la estructura de la celebración del culto sinagogal los conocemos hoy mejor gracias a múltiples testimonios que recibimos de la antigüedad judía. En esa celebración se proclama la palabra, se cantan salmos e himnos y se explica la palabra en una homilía o exhortación a los presentes.
Aquel día se le ofreció a Jesús la oportunidad de dirigir la palabra al pueblo reunido. Y, providencialmente, además de la lectura preceptiva en todas las asambleas que se tomaba del Pentateuco, la segunda lectura que se proclamó (según la costumbre habitual) estaba tomada del libro del profeta Isaías.
El texto anunciaba al futuro Mesías o, mejor, al futuro Profeta objeto de ardiente esperanza. Un Profeta lleno del Espíritu, enviado a anunciar el año de gracia del Señor al pueblo elegido. El fragmento está tomado Is 61 en el que se describe la misión del Profeta por excelencia, objeto de la esperanza de Israel en la etapa postexílica. El próximo Domingo se sigue proclamando este mismo relato de la estancia de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Allí trataremos de explicar algunos rasgos más de la intervención de Jesús y del resultado de la misma.
Hoy nos basta contemplar el contenido esencial de la tarea del Profeta: anunciar y realizar la libertad y hacer presente el Evangelio de Dios a los hombres. Un Evangelio que ofrece y posibilita la verdadera humanización del hombre y de su plena realización, liberándolo de las taras que le impiden vivir en libertad y experimentar la felicidad que Dios quiere para todos. Por eso este programa que conduce apasionadamente toda la vida de Jesús sigue teniendo validez en nuestro mundo.
Antífona de comunión
Cf. Sal 33, 6
Contemplad al Señor y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
Oración después de la comunión
Concédenos, Dios todopoderoso, que cuantos hemos recibido tu gracia vivificadora nos gloriemos siempre del don que nos haces. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fuentes:
Archidiócesis de Madrid, Frailes Dominicos de Oviedo, La Misa de Cada Día (CECOR), ACI Prensa.
Verificado:
Ordo Temporis, Ciclo C, 2024-2025, Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR).